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sábado, 24 de febrero de 2007

Descubriendo La Habana en Cocotaxi

Día 2


Oooohhhhh!!

La yusca de ayer hizo sus efectos resacosos hoy y no nos acordábamos que estábamos en La Habana cuando nos despertamos!

Enseguida, después de desayunar todo tipo de ensaladillas y huevos fritos salimos a la calle, y qué placer, caminar por las calles habaneras, a pesar de estar echas polvo y de que su aspecto no era envidiable precisamente, pero tenían su atractivo.

Cogimos un bicitaxi y nos hizo una primera rutica por las cuadras, para ver un poco el panorama.

Nos llevó al barrio chino donde nos tomamos unos mojitos para empezar el día, bueno mejor dicho se tomó Eva porque yo tenía la diarrea típica de cuando vas por primera vez al otro lado del charco ( que por suerte luego no se repitió en ninguno de mis viajes ), así que yo me conformé esa mañana con tomar almax y botellas de agua.

Después de recorrer unas cuantas cuadras con el bicitaxi fuimos a comer al barrio chino al restaurante Hanoi, con una música habanera en directo ambientando el lugar, y resultó ser una comida muy agradable, y muy rica!!!!


Decidimos, para pasar la tarde, coger el otro modo de transporte típico de La Habana, el Cocotaxi.

Negociamos precios con varios y al final nos quedamos con Eddie, un chico muy majo que además nos explicaba las cosas y que sólo nos cobró 10$ las dos por estar bastantes horas rulando por toda la ciudad.


Lo primero que vimos fue el Capitolio, impresionante.

En el terreno que hoy ocupaba el Capitolio habanero, existió una ciénaga, dragada y convertida –a mediados del siglo pasado- en el primer jardín botánico que tuvo la capital.

A cualquier transeúnte puede llamarle la atención la cúpula del Capitolio de La Habana, quinta en el mundo de estilo renacentista que, por sus proporciones y siluetas, recordaba a la Basílica de San Pedro, en Roma.

Inaugurada el 20 de mayo de 1929, la impresionante edificación se encontraba a la entrada del centro histórico de La Habana Vieja, que en diciembre de 1982 alcanzó la denominación de Patrimonio Cultural de la Humanidad.

La cúpula es el segundo punto más alto de la ciudad, precedido por el Monumento a Martí en la Plaza de la Revolución.

Acorde con los nuevos tiempos y ante la creciente demanda del turismo internacional, el Capitolio de La Habana se transformó definitivamente en un Centro de Convenciones que brinda servicios y facilidades a eventos, ferias y exposiciones.

Visitamos más a fondo el barrio chino. El Barrio Chino de la Habana, era ciertamente algo más que un amasijo de pequeñas callejuelas en el mismo corazón de Centro Habana.


Su gran pórtico abría los brazos, cual gigante, a la puerta que abrazaba ambos lados de estas estrechas calles. Este conjunto arquitectónico fue donado por la República Popular China allá por los finales de la década del 90 en un gesto de amistad entrañable hacia el pueblo cubano.

La cálida bienvenida al visitante se recibía de una sola vez con un amplio panorama de diferentes instalaciones gastronómicas a la usanza china. El Barrio Chino se reducía a cuatro o cinco pequeñas zonas–como las llamadas Zanja, Rayo, San Nicolas, y la más característica de todas, la calle Dragones-, perdidas en medio del deterioradísimo barrio de Centro Habana.

Para llegar hasta él desde el Malecón había que encaminarse por la calle Galiano, que hacía esquina con el hotel Deauville. Otra ruta desde la Habana Vieja era cruzando el Prado y dejando a un lado la antigua fábrica Partagas, donde estaba el comienzo de la calle Dragones.

Callejeando por el barrio nos encontrábamos con cosas curiosas, como el Diario Popular Chino (Kwong-Wah-Po), que se seguía editando en la actualidad; un cine chino, en el que se proyectaban películas en version original, y una curiosísima farmacia homeopática china.

El barrio del Vedado, con la Plaza de la Revolución como principal punto de interés, fué la siguiente parada, con la impresionante imagen del Che en la fachada del edificio y su lema "Hasta la victoria siempre", y enfrente la estatua de mármol con la figura de José Martí que medía 17 metros.

Era la plaza donde Fidel habitualmente hacía sus mítines, y era el lugar más alto de toda La Habana.


La Plaza de la Revolución es más grande que cinco campos de fútbol de medidas reglamentarias. Puede albergar un millón de espectadores para grandes manifestaciones como la del 1 de mayo, que da lugar a un desfile militar.

Cruzar la plaza a pie podía conllevar a más de un desmayo debido a la escasez de sombra y la amplitud de la misma, así que echamos bastantes botellas de agua en la mochila para poder aguantar el sofocante calor de la tarde sin que nos diera ningún chungazo.

Luego fuimos al Cementerio de Colón, con impresionantes panteones y tumbas era sencillamente uno de los mayores y más hermosos cementerios de America Latina.

En la Ciudad de la Habana existían 21 cementerios, de los cuales el Cementerio de Colón situado en la esquina de la Calzada de Zapata y Calle 12, en el Vedado, no sólo era el más céntrico sino que era catalogado como el más importante incluso de todo el país.



Poseía un gran número de obras escultóricas y arquitectónicas; razón por la cual muchos especialistas lo situaban como tercero de importancia mundial, precedido solamente por uno en Génova y otro en Barcelona.

Una de las leyendas más conocidas en el Cementerio de Colón era la de Amelia Goyri de Adot, sobrina preferida del conde Balboa, conocida como "La Milagrosa". Ella falleció de parto en el año 1901, por lo que fue enterrada con la criatura. Un escultor talló la figura de Amelia con el niño y la puso en su bóveda. Se creó la leyenda de que Amelia tenía facultades divinas. Dicen que cuando abrieron la bóveda, su cadáver estaba intacto y tenía al niño en los brazos.

Era difícil hallar en el mundo una tumba decorada por una ficha de dominó, pero en La Habana era posible.

Esa era la bóveda de una señora de quien se dice gustaba mucho jugar dominó, en el cual ponía toda su pasión. Una vez, cuando le quedaba una ficha con la cual dominaba el juego, alguien se le adelantó y trancó la partida. Ella se quedó con su ficha en la mano y fue tanto el disgusto que le provocó la muerte. La ficha era el doble tres, que ahora la acompañaba en su tumba representada por una pieza de mármol, en la que también estaba inscrita la partida.

La Plaza de Cristóbal Colón, era donde supuestamente se ubicaron los restos del almirante, con la capilla central al fondo de la imagen.

En la Necrópolis Cristóbal Colón, numerosos panteones eran recreación a escala de las mansiones coloniales de sus dueños originales en otras épocas. Los arcos, las cúpulas, y los característicos vitrales de su magnificente arquitectura decoraban las construcciones funerarias artísticamente.

Dejamos los difuntos descansar en paz y paramos en el Bosque de La Habana para respirar un poco de aire puro y para ver los impresionantes árboles que en él habían. Era uno de los sitios más bellos de La Habana, una maravilla de la naturaleza que se unía en singular paisaje al río Almendares, corriente que había cambiado tres veces de nombre sin abandonar el embrujo de sus aguas escoltadas por miles de árboles de diferentes especies y tamaños.

Los aborígenes llamaron Casiguagua a la corriente, en tanto los colonizadores españoles la nombraron La Chorrera, y después, en homenaje al entonces Obispo de La Habana, Enrique Almendaris, se bautizó con su nombre definitivo.

Para los habaneros, el bosque de La Habana, era un lugar muy especial que acentuaba el disfrute de la Naturaleza, para enamorar y darse cuenta de que la vida era mucho más que los agobios cotidianos.

Rulando con el coco por el barrio de Miramar pasamos por la Casa de la Música, construida en los años 40, y creada para exhibir y comercializar la discografía cubana en los diversos soportes y propiciar el reconocimiento a la obra de los talentos artísticos a partir de las presentaciones en vivo.


Fuimos al Hotel Nacional y, aprovechando nuestro trabajo lo visitamos por dentro.

El hotel Nacional de Cuba, clásico del sector turístico en la isla, contaba con una privilegiada ubicación desde la cual se divisaba gran parte de la bahía habanera, el malecón y el barrio en que estaba emplazado, El Vedado.


Se encontraba entre los 10 Hoteles Palacio del planeta, y de los años 30 a los 50 fue el único centro con categoría de cinco estrellas en la región del Caribe, a lo cual sumaba el hecho de atraer a centenares de celebridades del mundo del arte, las ciencias y la política, como Winston Churchill, Frank Sinatra, Ava Gardner, Ernest Hemingway, Johnny Weismuller, Marlon Brando, Maria Felix, Jorge Negrete, Alexander Flemming y muchos otros que han dejado su huella en los jardines y salones del Hotel.

Las galerias de los jardines y del area de piscinas, recordaban los claustros monásticos españoles, la planta principal se asemejaba a una iglesia medieval y las vigas del techo rememoraban un viejo monasterio catalán, todo ello con unas interesantes reminiscencias árabes.

Aquí acabó la excursión con Eddie, quedamos con él para cenar esa noche, y regresamos al hotel paseando por el famoso Malecón, donde muchas jineteras ya se preparaban para la noche.











Para cenar nos llevó de nuevo al barrio chino al Chan Li Poo, o algo así, un chino muy guapo donde comimos arroz con camarones y langostas hasta reventar. La única pega del lugar es que tenían el aire acondicionado a toda ostia y hacía un frío del copón, y luego cuando salías te daba toda la bofetada de calor, pero por lo demás muuuy recomendable.

Estuvimos toda la noche de bar en bar tomando mojitos con nuestro colega, pero la fiesta cubana no es como la española en tema de horarios, y sobre las 4 o así ya estaba todo cerrado, así que vuelta al hotel con los pies hechos polvo de tanto bailar salsa,y a coger fuerzas para el día siguiente.




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