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sábado, 16 de septiembre de 2017

Johnny Cay, San Andrés, Colombia

Día 3

Amanece en San Andrés y lo hago con una sonrisa de oreja a oreja, siiiiiiiiiiiiiiiii después de muchos años estoy otra vez en el Caribeeeeee.


Era bastante temprano, las 7 o así de la mañana, los bares todavía no habían abierto así que no podía ni desayunar, por lo que era el momento ideal para inspeccionar la zona con el fin de contratar alguna excursión para ese mismo día.

Llegué al muelle Tonino, desde donde salen todos los barcos hacia los diferentes puntos de interés del archipiélago, y tras comparar precios y "privilegios" me decidí por la de Jhonny Cay por 25.000 pesos, unos 7 euros.

Al ser tan pronto quedaba todavía más de una hora para el comienzo de la excursión, pero el haber llegado tan temprano y el haberle caído bien al barquero tuvo su ventajas, me ofreció ir con el hasta la isla donde más tarde me llevaría con el grupo de gente, pero con el privilegio de pararme en medio del mar un rato a darme un chapuzón y disfrutar  yo sola de aquellas transparentes y cálidas aguas.


Iba disfrutando como una enana del trayecto y de aquel intenso color azul cuando la lancha paró en una piscina natural y allá que me preparé con ilusión para el primer baño de la temporada.

Me quité la ropa, me levanté y me subí al banquito del barco, me detuve unos instantes a observar el maravilloso panorama que tenía ante mi, y cuando por fin decidí saltar al agua me resbalé con tan mala suerte de caer con las costillas sobre el canto del barco, di una voltereta e hice una entrada triunfal en el agua, para haberlo grabado!! Sin apenas poder moverme por el dolor, y con el tipo del barco preocupado ante semejante ostión, volví al barco en estado crítico con una palpitación muy dolorosa en el costado que me dificultaba hasta respirar. 

Empezaba bien las vacaciones...


Con la mano en las costillas volvimos al puerto a recoger al resto del grupo y comenzó oficialmente la excursión a Jhonny Cay.

Se trataba de unas piscinas naturales repletas de peces de todos los colores y todos los tamaños, todo un espectáculo para una buceadora como yo, aunque en esta ocasión sólo fuera a hacer snorkel.


Encontré y probé los erizos de mar. Son bastante complicados de coger debido a los pinchos, y su sabor es bastante peculiar, mezcla de mar y yodo. 
Yo no los había probado nunca y la verdad me daba un poco de reparo comérmelo así crudo recién sacado del mar, pero como ya sabéis me encanta probarlo todo en mis viajes así que me dispuse a intentar abrirlo en busca de sus sabrosos corales, y desde luego no me decepcionó!!!


Tras comerme unos cuantos, seguí nadando entre mil peces de todos los colores, tamaños y formas, que flipe, había mogolloooooooooooooooon!!


El cayo al que nos habían llevado era bastante pequeñito,


y entre tanto pez y tanto coral no era raro encontrarse también a las mantas rayas pululando por la zona. La experiencia de tener una tan cerca y que se dejara acariciar fue genial!


El chiringuito del lugar no podía tener mejores vistas ni mejor buen rollo.



Y allí estuve unas cuantas horas entre peces y cócteles de colores...



Para la siguiente parada de la excursión nos llevaron a otra parte del cayo a comer.

Lo primero que se ve al desembarcar es el parque de las iguanas, donde se puede dar una vuelta para conocer un poco más a estos curiosos animales.


Para comer en la playa nada mejor que un plato combinado colombiano, compuesto por arroz, patacones, ensalada y un rico pescado de la zona, precio 25.000COP= 7€.


Y tras el papeo y algún cocoloco de más volvimos al barco de vuelta a la primera isla,


a seguir bebiendo y rumbeando como dicen ellos...


Ni que decir tiene que al final del día entre tanto cocoloco y tanta piña colada (10.000COP= 3€) llegué a mi alojamiento de lao y con lo que venía siendo una taja de la ostia!!


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