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miércoles, 30 de septiembre de 2015

De Chiang Mai a Krabi




Día 9

Por fin llegó el día de ir a ver las playas!

Tras dejar la habitación me fui a llenarme de energía con un buen desayuno en la misma calle donde estaba alojada.

Los precios en Tailandia, como ya he comentado, son bastante bajos, y por cuatro duros se puede elegir entre estos suculentos platos.


Para variar me pedí un arroz, esta vez con vegetales y gambas.


Para ir al aeropuerto me cogí una ranchera de esas compartidas, en la misma puerta Pha Tae, que me salió por 20 baths, y que me dejó rapidísimo allí, ya que está muy cerca del centro.


Para hacer el trayecto a Krabi, elegí la compañía Air Asia. Me daba un poco de cangueli volar con ellos después de haber tenido varios accidentes recientes, pero era la que mejor precio me dio. Por 50 euros tuve mi billete con maleta facturada incluida.


Tras poco más de una horita de vuelo,


y con alguna que otra turbulencia, llegué a Krabi. 


Desde ahí tenía que coger un autobús que me llevara a la zona de Ao Nang, así que nada más salir compré el billete para el bus en el mismo aeropuerto y la furgonetilla ya estaba esperando fuera para hacer el recorrido de una hora aproximadamente.

El conductor apuntaba el nombre de tu hotel, y nos iba dejando a cada uno en el suyo. Yo elegí el "J Hotel", y así lo apuntó el conductor, pero cuando llegó al decir el nombre dijo " Kei Hotel", nadie se bajaba del bus, y el tío venga a repetir " Kei Hotel, Kei Hotel ". Al no bajarse nadie continuó la ruta, y yo que aunque no llevaba GPS en el movil tailandés, me había mirado la zona desde el Street View del Google, caí en que el hotel que acabábamos de pasar era el mío! " Kei Hotel dice el tío...". 
Sin problema me bajé en la siguiente parada que por suerte estaba sólo a unos metros del mio.

De todos los alojamientos en los que estuve este era el que mejor estaba. Tenía una cama doble con sábanas limpias, un ventilador, una tele, una nevera,

y un baño privado, que como en el resto de hoteles estaba todo junto, la ducha con el water y con el lavabo. La verdad que con este sistema compacto de baño cada vez que te duchabas duchabas también el water y todo lo que hubiera alrededor...


Llegué ya de noche, y me moría de ganas de que se hiciera de día para ver las playas, así que lo único que pude hacer ya a esas horas, era irme a cenar unas ricas gambas con patatas en salsa picante al estilo indio,


comprar 4 Smirnoff Ice en el 7/Eleven, e irme a la playa a bebérmelos con unos chicos muy majos que había conocido en el restaurante.


Tras los Smirnoffs, unas risas y 20 picotazos de mosquitos (estaba ya hasta las narices de los putos bichos), a la cama a dormir que al día siguiente tenía previsto madrugar para ver bien la zona.

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martes, 15 de septiembre de 2015

Templos de Chiang Mai. Wat Phra Singh, Wat Chedi Luang, Wat Phan Tao, Wat Inthakin

Día 8

Los mosquitos estaban haciendo estragos en mi cuerpo, el día anterior me habían comido, incluso habiéndome echado el repelente, y para el día de hoy que lo quería dedicar a hacer un trekking por la montaña, de los muchos que se ofertan en todas las agencias de viajes de allí, pero tuve que cambiar el plan porque si me picaba un mosquito más me tendría que ir corriendo de urgencias. Digamos que tengo un poco de alergia a las picaduras y se me inflan de una manera exagerada.
Y como ya llevaba unos días hinchada no quise arriesgarme más así que muy a mi pesar cambié el plan y decidí alquilarme una bici para recorrerme mejor el interior de la muralla que rodea Chiang Mai.

Lo primero tras salir a la calle era buscar el desayuno, y para hoy me metí un rico arroz con cangrejo y huevo que me puso las pilas enseguida.

Dos calles más allá me encontré con un sitio donde alquilaban bicis, y por apenas 2 euros alquilé una para todo un día.


Había que dejar 1000 baths de fianza, que te devolvían el día de la entrega. Tras firmar unos papeles la señora me dio a elegir bici, y venga, a pedalear por la ciudad.

Al primer templo al que llegué fue el Wat Phra Singh, donde se encontraba la imagen más venerada de Buda.



El templo es de arquitectura lanna, y cada año durante el Songkran Festival pasean la estatua de Buda en una religiosa procesión durante la cual los espectadores la honran rociando agua sobre ella.

 En su interior me encontré a los monjes con sus actividades.

También allí había uno de ellos con el puñado de varillas que remojan en agua y el gran ovillo de algodón blanco, poniendo pulseras y echando bendiciones como el que había visto en el Doi Suthep. Así que me acerqué a él en busca de más bendiciones y del agüita fresquita de esas varillas.
En esta ocasión sí que me la puso el mismo, pero sin rozarme.


De este templo me llamó mucho la atención la cantidad de réplicas de monjes que tenían repartidos por todo el recinto.
La verdad no se de qué material estaban hechos pero tenían un realismo impresionante.

La construcción de Wat Phra Singh comenzó en 1345 cuando el rey Phayu lo construyó para albergar las cenizas de su padre, el rey Kham Fu.

Otros edificios se fueron añadiendo unos años más tarde y el complejo resultante se llamó Wat Phra Lichiang.


Cuando, en 1367, la estatua de Buda Phra Singh fue llevada al templo, este recibió su nombre actual.

Desde 1578 hasta 1774 gracias a los birmanos el templo fue abandonado quedando en estado grave. 
Cuando el rey Kawila asumió el trono como rey de Chiang Mai en 1782, el templo fue restaurado.

El Rey Kawila amplió la chedi y sucesores posteriores restauraron el Wihan Lai Kham y el elegante Ho Trai (biblioteca del templo).


Una maravilla de templo la verdad, no me cansaba de mirarlo desde todas sus perspectivas.

En su exterior se encuentra una escuela de budismo en la que encontré un montón de jóvenes vestidos de naranja dispuestos a practicar un poco su inglés y a conversar con extranjeros como yo.

 De nuevo en la bici pedaleando por la ciudad pasé por un colegio y me sorprendió que las clases se daban directamente en el patio, al aire libre.

El siguiente templo fue el Wat Chedi Luang.

 En una palabra, impresionante.



Antiguamente era la chedi más alta de Chiang Mai, y aquí era donde se albergaba el célebre Buda Esmeralda (Phra Kaew), ahora en Bangkok.

Aquí también habían réplicas perfectas de ancianos monjes.

 Y como no Budas, muchos Budas, como este Buda dorado reclinado,

o estos coloridos Budas sentados,

o un Buda fondón con cara de simpático y rasgos africanos...

 Por dentro igual que por fuera es impresionante.




En este templo, en su exterior, hay unas mesas redondas debajo de unos árboles donde se pueden mantener conversaciones con los monjes.
Yo me puse a hablar con uno que me explicó de primera mano como es la vida de un monje, y tuve oportunidad de aprender un montón acerca de este estilo de vida.



Después de varias horas de charla y meditación con el monje, agarré de nuevo la bici y  el siguiente templo fue el Wat Phan Tao.

 Este minúsculo templo de teca es más fotogénico que venerado.

Chiang Mai tiene tradición en  el tallado de madera, herencia de los artesanos birmanos, y los bosques colindantes aportaron dura madera de teca perfecta para residencias y templos.

El wí-hahn principal de este templo está hecho enteramente de paneles de esta madera, sustentados por 28 enormes pilares también de teca.



Unos mosaicos con espejos de colores decoran los tejados con nagas, y el diseño de un pavo real sobre un perro que adorna la fachada representa el año astrológico de su primer residente real.


Seguí pedaleando en busca de más templos y llegué a la plaza donde se encuentra el Three Kings Monument Square.

 Luego di con el Wat Inthakin, nombre más conocido por su famoso festival que por el propio templo.


 Se celebra a los 12 días de la luna menguante del sexto mees lunar y dura unos 8 días.

En el primer día del festival, que se llama Tam Bun Khan Dok, se hacen ofrendas de flores, velas e incienso. Hay actuaciones musicales, juegos de carnaval, y puestos de comida. 



No sé cuantas horas estuve dándole a la bici pero la verdad ya estaba un poco hasta las narices de ir esquivando coches y motos a toda ostia, el plan no era estresarse así que por lo que había costado echar el día con ella ya tenía suficiente y total al día siguiente ya me iba de allí, así que a volver a los pies como medio de transporte.


Para cenar me metí en un restaurante después de recorrerme todos los de la calle que hay justo enfrente de la Pha Thae, en la parte de fuera de la muralla, y me pedí como no un arroz con vegetales y huevo riquísimos!!


























Era la última noche en Chiang Mai, y con ella abandonaría al día siguiente el norte para dirigirme a la parte sur de Tailandia la que más ganas tenía, las PLAYAS.


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domingo, 6 de septiembre de 2015

Chiang Mai. Doi suthep, Wat Phan Ohn, Wat Sum Pow, Sunday Walking Market

Día 7

Para el día de hoy había planeado visitar el Doi Suthep, el templo asentado en el monte de Chiang Mai, que se eleva más de 1000 metros desde las húmedas llanuras hasta un fresco cinturón de nubes donde crece el musgo y los helechos.

Así que tras un rico desayuno compuesto esa mañana de sopa de coco con gambas y patatas,
















me dirigí a la Pha Thae para coger desde allí una ranchera compartida que de 400 baths que me pedían al principio finalmente la conseguí por 20.


Lo primero que se ve al llegar es el Zoo y el Acuario.


En la entrada también hay un mapa con la ubicación de los templos, cascadas y campamentos que se reparten por todo el monte.


Al principio pensé en subir caminando, y así iba viendo cosas por el camino, pero al preguntar a los lugareños directamente me dijeron que estaba loca, para subir todo aquello andando tienes que tener una resistencia de la ostia, y ni la tenía ni me veía capaz de sacar las fuerzas, así que guiándome por los precios ya establecidos me cogí otra ranchera que me subió directamente al Doi Suthep.


El trayecto duró unos 15 minutos más o menos y me dejó justo a los pies del templo.

Primero subí unos escalones en cuyos laterales habían puestecitos para comprar recuerdos,


y luego llegué a la famosa y extenuante escalera que llevaba al templo.


Sus 306 escalones fueron ideados como ejercicio de meditación. Si no se está muy en forma también se puede subir en tranvía por 20 baths.


Yo elegí subirlos a pie y tuve que hacerlo por etapas porque telita con la subida...




El templo fue construido en 1383 durante el reinado de Keu Naone, y sus orígenes están teñidos de un misticismo sorprendente.


Un monje llegado de Sukhotai aconsejó al rey de Lanna fundar un templo con la milagrosa réplica de una reliquia de Buda conservada en el Wat Suan Dok.

La réplica se cargó a lomos de un elefante blanco, que vagó por la montaña hasta caer muerto en este lugar, el "elegido".


En el interior del templo se encontraba un monje repartiendo bendiciones. Me quedé un rato observando desde el exterior de que iba el tema, y finalmente me acerqué.

Me arrodillé ante él con la cabeza bajada y las manos juntas sobre mi pecho, mientras el monje pronunciaba unas frases y me salpicaba con una especie varillas que iba remojando en agua. Luego cortó un trozo de hilo de una gran madeja de algodón blanco y como era mujer, no me lo puso directamente en la muñeca para no tocarme, sino que me lo dio para que me lo pusiera yo.


"Bendecida" y sobre todo refrescada gracias a las varillas, seguí recorriéndome el templo.



Repartidas por todo el templo encontramos, interesantes y muy bien conservadas, pinturas sobre la vida de Buda.







En la terraza de la segunda planta hay una pintoresca chedi dorada, y a su lado una sombrilla de cinco niveles que conmemora la independencia de la ciudad del dominio birmano y su unión con Tailandia.




Tras un rato recorriendome todos los rincones del templo, y sorprendentemente de estar fresquita por aquellas alturas, inicié el descenso por la tortuosa escalera.







De camino de vuelta había visto que había una cascada cercana así que le dije al conductor que me dejara allí, y el resto del camino, que no era mucho ya lo bajaría andando.


Y llegué a la Huaykeaw Waterfall.


Se encuentra en el mismo monte Doi Shutep, en su Parque Nacional.


Tras cruzar una pequeña pasarela de madera,


y atravesar un camino plagado de enormes raíces de árboles,


llegué por fin a la catarata y...qué decepción!, por ahí no bajaba apenas agua...


Así que me tomé un descanso en aquel riachuelillo,



y emprendí la bajada al Zoo para coger desde allí una ranchera de vuelta a la ciudad.


Por el camino atravesé unas chabolillas en las que aproveché para comer algo.

Entre toda la oferta tenía para elegir gusanos de todos los colores y tamaños,



cucarachas de varios sabores,
















cangrejos rebozados,


o incluso murciélagos tostados.


Habiendo ya probado los saltamontes en Bangkok, esta vez me decanté por algo más tradicional y elegí un rico pollo a la brasa recién cocinado.


Me lo comí allí mismo sentada en el bordillo de la acera a los pies del monte Doi Suthep, riquísimo por cierto.


De nuevo en la ciudad, dediqué el resto del día a pasear por Chiang Mai y a visitar alguno de sus templos, como el Wat Phan Ohn.


Este templo se construyó sobre el año 1500 durante el reinado del rey Lanna Mueang Kaeo.




Tiene uno de los chedis más bellos y venerados de Chiang Mai.


Las puertas y ventanas están decoradas con tallas de madera que representan criaturas mitológicas.


En su interior, como no puede ser de otra forma, se encuentran Budas,



e imágenes de los monjes que habitaron en su día el templo y del modo de vida de aquella época.










El último templo del día y que encontré de casualidad de camino al hotel fue el Wat Sum Pow.


Este es otro templo típico de Chiang Mai, con las serpientes dando la bienvenida a los laterales de las escaleras.


El día había sido muy provechoso, y tras regresar a mi hotel para refrescarme y para lavar algo de ropa,


volví a la calle principal donde ya estaban empezando a poner los puestos del Sunday Walking Market.


Y aunque ya había comprado mucho el día anterior, y los puestos eran los mismos, seguí comprando esa noche y disfrutando de la música en directo y de mis amigos los "invidentes de encantadoras sonrisas".


Para cenar elegí los puestecitos del mercado, donde sabía de antemano que se comía muy bien.
Esta vez quise probar un pincho de pelotillas de vete tu a saber sus ingredientes pero que bueno, entraba bien,


y allí me lo comí junto con otros pinchos mientras veía un espectáculo de niñas bailando y cantando en Tailandés.






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