Si bien los romanos estrenaron su República, no cesaron de luchar contra los pueblos vecinos para conservar su poderío en toda Italia. Y, cada tanto, emprendían una nueva guerra. Esta vez, contra los volscos, grandes enemigos de Roma.
Mientras peleaban contra estos eternos enemigos, se dio una situación muy particular, ya que se desató una lucha interna entre patricios y plebeyos. Una lucha de poderes entre los mismos romanos.
Los patricios, descendientes de los primeros habitantes tenían demasiados privilegios, y los plebeyos, la mayoría dedicados a la agricultura, al comercio y a la artesanía, formaban cada vez un grupo más numeroso. Muchos eran ricos y respetados, pero los patricios, con sus inmunidades, los alejaban de las decisiones de poder.
Esto dio lugar a una nueva rebelión de carácter interno. Recordemos que los plebeyos estaban obligados a cumplir con el servicio militar y a unirse al ejército para defender a Roma.
La guerra con los volscos se aproximaba, pero esta vez, los plebeyos amenazaron con no cumplir sus obligaciones si no se atendían sus reclamos de mayor participación en las decisiones de gobierno.
Los patricios se asustaron al ver que la guerra era inminente y, para tranquilizar a los plebeyos, les hicieron toda clase de promesas y concesiones sobre pago de impuestos y condonación de deudas, que por supuesto olvidaron una vez que los pobres plebeyos regresaron de la guerra.
Los plebeyos perdieron la paciencia. Dejaron la ciudad de Roma y levantaron un campamento en el Monte Sagrado. Desde allí, amenazaron con fundar una nueva ciudad donde todos los hombres tuvieran los mismos derechos, garantías y obligaciones.
Ante semejante amenaza, los patricios buscaron a Menencio Agripa para negociar y, gracias a su sabia intervención, los plebeyos consiguieron tener su propia participación en la Asamblea, donde el derecho a votar era independiente de la riqueza.
De ahora en adelante, podían elegir a sus propios representantes y estos a su vez, elegir a sus magistrados,llamados Tribunos de la plebe.
Estos Tribunos tenían la misión de custodiar los derechos de los plebeyos, protegiéndolos de los caprichos y arbitrariedades de los patricios.
Todo esto ocurrió en el siglo V a.C.
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