Cuenta la leyenda que este cruel y malvado personaje llamado Apio Claudio, se enamoró locamente de la hija de un prestigioso plebeyo llamado Virginio. Su hija se llamaba Virginia.
Apio Claudio, acosaba a Virginia con regalos y promesas, pero ella no aceptaba sus cumplidos, entonces, diseñó un malvado plan para poseerla.
Contrató a un hombre para acusarla de ser hija de una de sus esclavas y de ese modo detenerla para ser llevada ante el Tribunal precedido por Apio Claudio. La dama que la acompañaba, comenzó a pedir socorro a los gritos y el pueblo se congregó ante el escándalo.
El hombre escapó, pero de todos modos, logro que Virginia fuera citada ante el Tribunal como presunta esclava.
Virginia y su padre estaban desesperados porque a pesar de las pruebas presentadas, Apio Claudio logró que Virginia fuera declarada esclava.
Virginio, viendo que todos sus esfuerzos fueron inútiles, se sintió tan impotente que tomó un puñal y atravesó el pecho de su hija diciendo: Esta es la única manera que tengo de devolverte la libertad para que no te transformes en la esclava de un tirano cruel y malvado.
Luego, dirigiéndose a Apio Claudio le dijo: -Y espero que esta sangre atraiga la venganza de los dioses sobre tu persona.
El pueblo enardecido ante el trágico suceso, se sublevó y hasta el propio ejército estaba dispuesto a apoyar a los sublevados.
El Senado se reunió al instante dispuesto a despedir a Apio Claudio que huyó y se convirtió en bandido.
Cuando la justicia decidió apresarlo por sus múltiples fechorías, puso fin a su vida suicidándose.
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