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miércoles, 29 de marzo de 2017

Descubriendo la Medina de Fez, Marruecos



Diciembre 2015

Marruecos era uno de esos países que siempre había querido visitar pero que nunca había encontrado el momento, además de que no es un destino muy recomendable para una viajera solitaria como yo, así que en cuanto tuve la oportunidad de ir acompañada no me lo pensé dos veces y saqué los billetes para Fez.



Fez es la tercera ciudad más poblada de Marruecos, después de Casablanca y Rabat, es la capital del Islam del país y una de las cuatro ciudades llamadas "imperiales" junto a Marrakech, Mequinez y Rabat, quizás de entre todas ellas la más importante.
Cuenta con calles laberínticas, y con la Medina de Fez el-Bali, uno de los mayores emplazamientos medievales que existen actualmente en el mundo.

Para este viaje solo disponía de 4 días así que teniendo en cuenta las distancias en Marruecos no podía visitar muchos sitios, así que la ruta fue la siguiente:

Día 1: Llegada a Fez.
Día 2: Fez
Día 3: Chefchaouen
Día 4: Fez
Día 5: Fez-Barcelona



Día 1

Empieza la aventura y lo hace con las impresionantes vistas desde el avión de las montañas y los lagos marroquíes.










El paisaje parecía como sacado de un libro retocado con photoshop hasta el último píxel, pero os aseguro que esta foto está tal cual la saqué con un Sony Ericsson de hace unos 10 años.







Tras un par de horas de vuelo tomamos tierra en suelo marroquí.




El Aeropuerto de Fes Sais nos daba la bienvenida al país, bastante moderno por cierto, nada que ver con el tipo de arquitectura que veríamos el resto del viaje.



Desde el aeropuerto sólo hay que caminar unos metros para coger el autobús hasta el centro (el 16 por 4 dirhams el trayecto ), en nuestro caso íbamos hasta la misma Medina, así que una vez en el centro tuvimos que tomar un taxi por 20 dirhams.

El alojamiento reservado para este viaje fue el Riad La Maison Adam, muy cerca de la Medina.
Allí nos recibió muy amablemente Tarik, su dueño, que con un te con menta y desde la azotea del alojamiento nos explicó un poco acerca de su ciudad y nos dio algún consejillo para movernos por la Medina sin guía, como teníamos la intención de hacerlo.



Una vez listos para recorrernos las calles lo primero que hicimos fue buscar algo de comida.

Nos sentamos en un restaurante local en el que solo hablaban árabe. Cuando nos trajeron la carta lo único que tuvimos claro fue el precio, y en vistas de que nadie nos podía explicar que era cada cosa nos fuimos.


La mejor opción fue hacer unos kebabs en un puesto de la calle donde por lo menos veíamos los ingredientes. Precio: 20 dirhams.






Nos dirigimos hacia la Medina y como he dicho anteriormente sin guía.

Si se tiene poco tiempo por ejemplo o si realmente no queremos andar perdidos por dentro lo ideal es contratar un guía, oficial o no, ahí ya depende de uno mismo, pero nosotros no teníamos prisa así que nos aventuramos a callejear por la Medina a nuestro rollo.


La Medina de Fes el Bali es la parte más vieja y amurallada de la ciudad de Fez. Fue fundada por  Idris II en el año 809.
Clasificada como Patrimonio de la Humanidad en 1981, está considerada como la mayor zona peatonal del mundo.


La Medina comprende más de 300 barrios y 9.000 callejones, gran parte de ellos sin salida. Aunque la norma ya no se aplica, antiguamente cada barrio contaba con una mezquita, una escuela coránica, un horno, una fuente y un hammam.
Se puede acceder a ella a través de cualquiera de sus puertas principales. Nosotros en esta ocasión lo hicimos por la que nos quedaba más cerca del Riad, la Bab Sid L'Aouad.

Al atravesarla se llega a una gran plaza en la que se puede encontrar algún que otro vendedor ambulante de cualquier cosa, o los típicos guías no oficiales con los que se puede regatear precios.
Una vez dentro de la Medina es cuando uno empieza a perder un poco el norte y acababas totalmente desorientado, lleves el mapa que lleves ninguno podrá reflejar los 9000 callejones.
La cosa se complica cuando es de noche y uno se mete en las calles que no debe, ya que son frecuentes los asaltos a turistas desorientados, así que hay que ir con precaución.

Las calles parecen todas iguales, suerte que a alguien en su día se le ocurrió dividirlas por sectores, de esta manera uno puede caminar por la calle del cobre,


la de las babuchas,


la calle de los trajes,


de los pijamas,


o de los dulces por ejemplo.


Aún así no es fácil desenvolverse por el interior de la Medina, y menos si es el primer día de visita. 
Podemos tomar como referencia las dos calles principales, la Talaa Kbira (la gran cuesta) o la Talaa Sghira (la pequeña cuesta), y de ahí ir tomando los callejones que las cruzan.

Aparte de comercios se pueden observar una enorme cantidad de mezquitas, hamanes y artesanía tradicional árabe por cada rincón de la Medina.


Se estaba haciendo de noche y lo mejor era empezar a buscar la salida de aquel laberíntico lugar, ardua tarea con tantos callejones y siendo nuevos por la zona...

Los habitantes del lugar, que se las saben todas, son conscientes de la dificultad que representa para el recién llegado guiarse en la maraña de callejones de la Medina, por lo que muchos niños se ganan la vida guiando a los despistados como nosotros, cobrando claro, y encima la mitad lo que hacen es dejarte en otro sitio para que una vez allí te guíe otro grupo de chavales, y les vuelvas a pagar...una pena que la juventud del lugar se dedique a eso y a vender hachís en cada esquina.


Mientras los niños nos llevaban por donde les daba gana yo iba disfrutando de las mezquitas que me encontraba por el camino, porque aunque no sea creyente he de reconocer que esas construcciones y esas puertas tan perfectamente talladas eran dignas de ser admiradas, tengas la religión que tengas.


Los niños ya me tenían mosqueada porque llevábamos ya más de media hora intentando salir de aquel lugar que empezaba a resultarme claustrofóbico, así que decidimos deshacernos de ellos y tirar de aplicación en el móvil para llegar a nuestro Riad. 
La que yo utilizo en todos mis viajes se llama Mapsme, se descarga el mapa seleccionado y se puede utilizar offline y en modo avión en el teléfono, ideal para no gastar los datos si estamos en el extranjero.


Nos dio alguna que otra vuelta pero por fin pudimos salir de ahí.

Nuestro Riad se encontraba a unos metros de una de las entradas a la Medina.
El interior está decorado al más puro estilo tradicional árabe, tanto las zonas comunes como las habitaciones. Con colores intensos por todos lados, en azulejos, cristales, mantelerías, ropa de cama, alfombras...


El punto negativo de este Riad, a mi parecer claro, fue el frío que hacía dentro.
Nosotros fuimos en diciembre y la verdad calor no hacía, por las noches se llegaban a los 7-8 grados en el exterior y el alojamiento al ser bastante oscuro es también bastante frío. 
Si que es verdad que contaban con una estufa de uso compartido para las zonas comunes y las habitaciones, pero sólo daba tiempo a meterla en tu cuarto a la hora de ducharte y pasársela al vecino de la habitación de al lado.


La primera noche, cansados del viaje y de la caminata por la Medina, decidimos cenar en el mismo alojamiento y reservamos un rico tallín tradicional marroquí.


Me encanta la cocina y sobretodo probar cosas nuevas, y la cocina marroquí la había comido en muchas ocasiones tanto en restaurantes como en mi propia casa. Será por eso que la que me sirvieron en esta ocasión no me impresionó mucho...


Pelados de frío y despidiéndonos de nuestra querida gran amiga la estufa nos fuimos a nuestra acogedora habitación, que nos daba a bienvenida a una estupenda noche de tiriteras.


              

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