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jueves, 11 de enero de 2018

De San Andrés a Providencia en el barco de la muerte, Colombia

Día 4

A las 4 de la mañana ya estaba despierta agonizando en la cama por el dolor de costillas...
Recogí los bártulos y abandoné aquel sucio y asqueroso alojamiento en dirección al muelle Tonino desde donde salía el barco hacia la siguiente isla, Providencia.


El billete no fue nada barato, ida y vuelta por 280.000 pesos, unos 80€, pero me esperaban unas playas casi desérticas y unos buceos impresionantes con tiburones.

También se puede hacer el trayecto en avión con la compañía Satena, o combinar los trayectos en barco y avión. Si se elige esta opción se recomienda hacer la ida en avión y la vuelta en barco, pues en el trayecto de ida en barco se atraviesan corrientes en contra lo que hace que el camino sea una odisea, a la vuelta por el contrario, se siguen las corrientes y se puede hasta disfrutar del viaje.


A las 6:30 salía el catamarán, la lancha no era muy grande la verdad y del viaje no me habían hablado demasiado bien, así que iba un poco acojonada.

Al subir me dieron una pastilla para el mareo y una bolsa de plástico para los vómitos, y es que el trayecto fue bastante jodido.
Fueron 4 horas y media de camino a contracorriente, en las que el barco se parecía más a una montaña rusa que a un catamarán. El truco( que es lo que a mi me aconsejaron ), era sentarse con el asiento para atrás, ponerte algo de música y cerrar los ojos. Porque como intentaras levantarte, mirar por la ventana o leer, te ibas a poner muy chungo/a.

Durante todo el trayecto existe la figura de un "recogedor de vómitos" ( que pobrecito mío que trabajo... ). Este hombre se dedica a recoger las bolsas de plástico llenas de vómitos, luego te desinfecta las manos con un spray y por último te ofrece una servilleta para limpiarte.
Y es que ellos ya cuentan con que más de la mitad del barco va a acabar amarillo, yo por suerte no me mareé, pero de verdad que el chaval no dio abasto en todo el viaje y se ganó mi más profunda admiración. 

Tras las 4 horas y media de bamboleo más largas de mi vida por fin llegué a Providencia.
Nada más desembarcar me pillé un mototaxi que por 5000 pesos me llevó a mi apartamento.
Durante el trayecto la isla me pareció entre  Zanzibar y Koh Thao, y el mar tenía un color increíble!


Cuando llegué a mi apartamento quería encontrarme un sitio sobretodo limpio, y en parte así fue, y digo en parte porque sábanas, toallas y demás estaban limpias, pero las cucarachas campaban a sus anchas por las grietas de aquella cocina...




Así que ya no estaba sola, "que ilusión..." Por lo demás estaba bastante bien y era bastante amplio.

Como la isla es tan pequeña y hay tan poca cosa, tanto de restaurantes como de hoteles o supermercados, en la habitación te dejan una serie de útiles de aseo y tal  con la lista de precios por si necesitas algo y no quieres irte a tomar por culo a comprarlo.

Al soltar la mochila lo primero que hice fue bajar a la playa South West Bay, a 5 min del apartamento.


Qué boniiiiiiiiitaa!! Me encantó no encontarme a nadie en la playa, y ver ese increíble color azul.
Tras el flipe inicial me fui a buscar algún sitio para comer. La oferta era más bien escasa, sólo tres restaurantes en toda la playa, ideal. 
Elegí El Divino Niño, y me comí una mariscada delante del mar que me supo a gloria!

Y la siesta en las hamacas ya no digo na...

 Me pasé toda la tarde disfrutando de aquel paraíso en la más absoluta soledad.








Cuando cayó el sol, volví al apartamento, siguiendo los consejos del de el restaurante y del dueño del alojamiento donde estaba, que me habían advertido que no caminara mucho sola de noche por la isla.



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sábado, 16 de septiembre de 2017

Johnny Cay, San Andrés, Colombia

Día 3

Amanece en San Andrés y lo hago con una sonrisa de oreja a oreja, siiiiiiiiiiiiiiiii después de muchos años estoy otra vez en el Caribeeeeee.


Era bastante temprano, las 7 o así de la mañana, los bares todavía no habían abierto así que no podía ni desayunar, por lo que era el momento ideal para inspeccionar la zona con el fin de contratar alguna excursión para ese mismo día.

Llegué al muelle Tonino, desde donde salen todos los barcos hacia los diferentes puntos de interés del archipiélago, y tras comparar precios y "privilegios" me decidí por la de Jhonny Cay por 25.000 pesos, unos 7 euros.

Al ser tan pronto quedaba todavía más de una hora para el comienzo de la excursión, pero el haber llegado tan temprano y el haberle caído bien al barquero tuvo su ventajas, me ofreció ir con el hasta la isla donde más tarde me llevaría con el grupo de gente, pero con el privilegio de pararme en medio del mar un rato a darme un chapuzón y disfrutar  yo sola de aquellas transparentes y cálidas aguas.


Iba disfrutando como una enana del trayecto y de aquel intenso color azul cuando la lancha paró en una piscina natural y allá que me preparé con ilusión para el primer baño de la temporada.

Me quité la ropa, me levanté y me subí al banquito del barco, me detuve unos instantes a observar el maravilloso panorama que tenía ante mi, y cuando por fin decidí saltar al agua me resbalé con tan mala suerte de caer con las costillas sobre el canto del barco, di una voltereta e hice una entrada triunfal en el agua, para haberlo grabado!! Sin apenas poder moverme por el dolor, y con el tipo del barco preocupado ante semejante ostión, volví al barco en estado crítico con una palpitación muy dolorosa en el costado que me dificultaba hasta respirar. 

Empezaba bien las vacaciones...


Con la mano en las costillas volvimos al puerto a recoger al resto del grupo y comenzó oficialmente la excursión a Jhonny Cay.

Se trataba de unas piscinas naturales repletas de peces de todos los colores y todos los tamaños, todo un espectáculo para una buceadora como yo, aunque en esta ocasión sólo fuera a hacer snorkel.


Encontré y probé los erizos de mar. Son bastante complicados de coger debido a los pinchos, y su sabor es bastante peculiar, mezcla de mar y yodo. 
Yo no los había probado nunca y la verdad me daba un poco de reparo comérmelo así crudo recién sacado del mar, pero como ya sabéis me encanta probarlo todo en mis viajes así que me dispuse a intentar abrirlo en busca de sus sabrosos corales, y desde luego no me decepcionó!!!


Tras comerme unos cuantos, seguí nadando entre mil peces de todos los colores, tamaños y formas, que flipe, había mogolloooooooooooooooon!!


El cayo al que nos habían llevado era bastante pequeñito,


y entre tanto pez y tanto coral no era raro encontrarse también a las mantas rayas pululando por la zona. La experiencia de tener una tan cerca y que se dejara acariciar fue genial!


El chiringuito del lugar no podía tener mejores vistas ni mejor buen rollo.



Y allí estuve unas cuantas horas entre peces y cócteles de colores...



Para la siguiente parada de la excursión nos llevaron a otra parte del cayo a comer.

Lo primero que se ve al desembarcar es el parque de las iguanas, donde se puede dar una vuelta para conocer un poco más a estos curiosos animales.


Para comer en la playa nada mejor que un plato combinado colombiano, compuesto por arroz, patacones, ensalada y un rico pescado de la zona, precio 25.000COP= 7€.


Y tras el papeo y algún cocoloco de más volvimos al barco de vuelta a la primera isla,


a seguir bebiendo y rumbeando como dicen ellos...


Ni que decir tiene que al final del día entre tanto cocoloco y tanta piña colada (10.000COP= 3€) llegué a mi alojamiento de lao y con lo que venía siendo una taja de la ostia!!


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domingo, 27 de agosto de 2017

Archipiélago de San Andrés, Colombia

Julio 2016

Me suelo pillar vacaciones cada tres o cuatro meses para desconectar el cerebro de un trabajo tan estresante y tan a contrareloj como el mío, y en esta ocasión llevaba desde diciembre del año anterior, o sea 7 meses sin irme a ningún sitio. 
Si, esta muy bien esto de currar en el aeropuerto y tener vuelos casi gratis pero cuando estas en dos trabajos a la vez y no puedes hacer coincidir vacaciones es una gran putada, así que estas me las había ganado a pulso!

Una vez decididas las fechas faltaba el destino y aprovechando los vuelos gratis de la compañía aérea para la que trabajo elegí Colombia para mi siguiente viaje.



Volvía a hacerlo en solitario, y como Colombia puede ser algo peligroso para una mochilera solitaria como yo, elegí un destino un poco más salvaje y tranquilo como el archipiélago de San Andrés, ideal además para hacer lo que quería hacer, tostarme en playas paradisíacas y bucear, mi gran pasión.

La ruta que hice fue la siguiente:

Día 1: Barcelona-Bogotá
Día 2: Bogotá-San Andrés 
Día 5: San Andrés-Providencia
Día 6: Providencia
Día 7: Providencia
Día 8: Providencia-San Andrés-Bogotá-Barcelona



Día 1

El sufrimiento empezó en el Aeropuerto de Barcelona, ya que al viajar con billetes de staff me tenía que esperar hasta el último momento para saber si habría alguna plaza libre o no, que por suerte ese día la hubo.
Tras más de 10 horas de vuelo y un cuantos champanes en el cuerpo llegué al aeropuerto de Bogotá sobre las 9 de la noche.

El vuelo a San Andrés no salía hasta el día siguiente a las 8 de la mañana, así que decidí ahorrarme unos duros y quedarme en el aeropuerto a dormir.

El viaje lo hice en julio, así que salí de Barcelona en chanclas, además en San Andrés me esperaban unos 35 grados, pero no caí que en Bogotá siempre hace frío, así que triste de mi me vi en el aeropuerto de El Dorado con calcetines y chanclas cual guiri del norte y enroscada a la manta que amablemente me habían dado en el avión ( con la tiritera debí de darles pena a las azafatas...).

Pase un frío de cojones tirada en las sillas con las mochilas entre medio y con la manta hasta la cabeza  hasta que se hizo de día y abrió la facturación para mi siguiente vuelo.




Día 2

Por fin se hizo la hora de facturar de nuevo, y otra vez tocaba ver como quedaba finalmente el vuelo para saber si podría embarcar o no.

Al final tuve suerte otra vez y conseguí mi asiento. Llegue al avión y lo ocupé, y mientras miraba por la ventana como los operarios cargaban las maletas se me ocurrió preguntarle a la azafata si era posible ver el despegue desde cabina, ya que trabajaba en la compañía y me hacia mucha ilusión. Tras identificarme y notificárselo al capitán este accedió, y me ofreció hacer el todo el trayecto en el jumpseat de cabina. Ooooooooooouuuuuuuuu yeeeeeeeeaaaaahhhhh! No me lo podía creer!!! Para allá que me fui, y me presenté al comandante y a la copiloto.
 Me dieron muy amablemente la bienvenida y me invitaron a leerme el manual correspondiente al sitio que estaba ocupando en el avión, en como actuar ante mil situaciones, ya que iba a estar en la cabina durante todo el vuelo y debía de saber algunos conceptos en caso de cualquier imprevisto.

Estaba emocionadísima de poder vivir aquello tan de cerca, me encantaría poder pilotar un avión y dedicarme a ello, así que aquello era lo más cerca de lo que hasta ahora había estado en mi carrera en el mundo de la aviación. 

Cuando llegamos a pista y el avión empezó a acelerar mi corazón parecía que iba también a despegar de mi pecho, que subidón!!!!!!

El trayecto duraba una hora y media aproximadamente, durante la cual no paré de escuchar las sabias instrucciones del piloto acerca de los cincuentayochomil botones que teníamos delante. Fue una auténtica gozada para mi que me explicara paso a paso el funcionamiento de todo!!!

Qué mejor manera de ver los maravillosos e intensos colores del mar en esa zona del Caribe que desde la mismísima cabina del avión! Encima cuando ya estábamos descendiendo tuvimos que dar alguna vuelta de más a la isla hasta que dieron paso para poder aterrizar, así que disfruté de lo lindo contemplando la isla desde arriba con la mejor panorámica del mundo.
Lástima que no me dejaron hacer ninguna foto, pero bueno lo tengo grabado en mi disco duro mental para siempre.

El aterrizaje fue sin duda lo mejor de la experiencia, conforme nos aproximábamos a la pista nos atravesó una nube con lluvia, y mientras se escuchaba una locución con los metros a los que estábamos del suelo " five hundred...four hundred...three hundred..."  se activaron los limpiaparabrisas, hubo un momento de acción entre el comandante y la copiloto, y mi cara se puso blanca.
Afortunadamente fue solo eso, una nube porculera justo antes de tocar tierra, y ambos hicieron un gran trabajo!

A pesar de todo bajé encantada del avión, y con una sonrisa de oreja a oreja me fui a recoger mi equipaje y a respirar aire caribeño.

Al salir del aeropuerto, me di cuenta de que no habían buses que fueran hacia el centro, así que me pille un taxi hasta mi alojamiento para la primera noche, el San Andrés Vive, que por cierto fue el peor alojamiento de toda mi historia de viajera.

Lo único bueno de este lugar era que tenía dos camas para mi sola y que estaba a 2 minutos de la playa, por lo demás horrible, estaba sucio ( a pesar de no poder ocuparlo a la llegada porque según la dueña tenía que limpiarlo.. ), no tenía ventilador ni aire, estaba en una zona que daba miedo, y lo peor era al momento de la ducha que por alguna extraña razón empezaban a picarte los ojos y el cuerpo, aparte del detalle de que la alcachofa estaba justo encima del water y la verdad se hacía bastante difícil el aseo...



Solté bártulos en aquel antro y lo primero que hice fue irme a comer.
No me calenté mucho la cabeza en buscar el sitio, ya que tenía bastante hambre y cualquier restaurante me valía en ese momento.

Esperé y esperé mi comida con el estómago rugiendo cada vez más...no me daba cuenta que estaba en el CARIBE y que aquí toooooooodo se lo toman con mucha calma.

Tras un par de Smitnoff Ice me sirvieron estos ricos tallarines marineros con gambas y calamares.



Y después de una vueltecilla por la zona y con el estómago lleno tuve que irme a descansar porque estaba reventada de no haber dormido en muchas horas y con jetlag que llevaba a cuestas....ZZZZzzzzz




martes, 4 de julio de 2017

Fez, entre mezquitas y bocatas de camello

Día 4

Empezamos el día adentrándonos en la laberíntica Medina de Fez, cada vez ya con más confianza.


Tras haber probado el bocadillo de camello dos días antes, lo primero que hice este día es localizar la calle de la comida dentro de la Medina en busca de tan sabroso manjar.


Allí mismo en la carnicería te hacían un mixto de diferentes cortes y embutidos elaborados con carne de camello y aromatizados con toda clase de especias.


Con un bocadillo no tuve suficiente así que tras comerme otro ya veía la vida de otro color y podía continuar mi paseo por la Medina.



Llegamos hasta la Mezquita Al Karaouine, construida en el año 859 bajo el mandato de Fátima al Fihriya, también conocida como al Qarawiyyin, es uno de los mayores complejos arquitectónicos de Fez.
La mezquita, en continuo proceso de expansión desde su construcción, es conocida por albergar la universidad más antigua del mundo, que compone uno de los más importantes centros de aprendizaje islámico.


El Mausoleo de Muley Idriss es otro punto de interés fuerte dentro de la Medina.


Este santuario, dedicado al que fue rey de Marruecos entre los años 807 y 828, es una de las bellas construcciones de la Medina de Fez.


Según dicen los musulmanes por el año 1300 se  encontró un cuerpo en perfecto estado y se le atribuyó al rey  Muley Idriss fallecido cinco siglos antes.


Desde entonces es el santo más venerado y el que recibe más visitas de musulmanes que van a él en busca de bendición.

A la mezquita sólo pueden entrar los musulmanes, así que me tuve que conformar con admirar tanto adorno desde el exterior.


El mausoleo se encuentra en el barrio sagrado de la Medina.


Las calles que rodean el mausoleo constituyen el conocido como distrito sagrado, que se encuentra delimitado por barras de madera situadas en las calles que servían para evitar que los cristianos, los judíos y los burros entraran en la zona.


Pasamos el resto del día de compras por la Medina ya que el viaje por Marruecos llegaba a su fin, al día siguiente regresábamos a España, nos marchábamos con una sensación bastante buena la verdad pero con cierta pena por no haber podido pasar al menos una noche en el desierto, motivo por el cual ya merece la pena volver a este país!!

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domingo, 4 de junio de 2017

Chefchaouen, el pueblo azul de Marruecos

Día 3

El autobús a Chefchaouen salía muy temprano así que madrugamos bastante para recorrer los casi 200km que separaban Fez del pueblo azul de Marruecos.





El trayecto duró más de 4 horas y la verdad se hizo bastante pesado.




Nos dejaron en la estación de autobuses y de ahí empezamos a caminar hacia el centro.


Chefchaouen se encuentra en las montañas del Rif, cerca de Tetuán.

La principal característica de este pueblo es el color azul que inunda todos sus rincones.

Hay varias teorías del origen de esta tradición, una dice que fueron los refugiados judíos los que pintaron el pueblo de azul como símbolo de libertad por ser el color del cielo, y la otra que la idea del azul era para ahuyentar a los mosquitos.


Fuera como fuere en la actualidad se siguen pintando las casas, puertas y paredes de color azul principalmente para seguir atrayendo a los turistas.

Tras el palizón de viaje ya se había hecho casi la hora de comer, así que buscamos por la zona algún restaurante que tuviera buena pinta y que estuviera frecuentado por gente local.

Y dimos con uno en el barrio comercial Souika.

Desde fuera se podían observar los precios y los platos estaban en nuestro idioma, habían desde sopas a tajines o penes de buey para los más atrevidos.


El lugar era muy cómodo y acogedor, con unos curiosos cuadros bastante torcidos y unos sofás de lo más vintage.

Primero nos sirvieron de aperitivo unos encurtidos picantes,

y un revuelto de pimientos y tomate en conserva con especias riquísimo.


Y de plato principal no nos conformamos con uno para cada uno, fuimos un poco gulas y pedimos unos cuantos, entre ellos unas ricas lentejas marroquíes,

un suculento pollo con pasas,


otro con aceitunas,



y como no, un auténtico tajín de verduras marroquí,


Tras tan copiosa comida no nos podíamos ni mover, pero teniendo en cuenta que en unas horas salía el bus de vuelta a Fez había que aprovechar el tiempo.

El error fue no alojarme por lo menos una noche en Chefchaouen, porque la verdad que hacerlo en un mismo día desde Fez es un poco locura...


Aunque el pueblo en sí se recorre en unas horas, uno se queda como embobado mirando sus callejones, sus puertas y sus lugareños, todo combinado en preciosos tonos azulados.





Los mercados siempre aportan esa visión de la vida local como más de cerca y siempre que veo alguno tengo que meterme entre sus callejones a ver de primera mano que se vende y que compran los autóctonos.



La visita aunque corta fue 100% recomendable! Visitar esta ciudad fue encontrar un poco de calma tras el caos laberíntico de la Medina de Fez.








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