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miércoles, 10 de octubre de 2007

Crucero por las Islas Griegas. Kusadasi y Patmos

Día 6

La noche anterior nos habían dejado el itinerario del día siguiente, y hoy llegábamos a Turquía a las 7 de la mañana.

Tras la ducha y el desayuno pero todavía con los ojos pegaos subimos a cubierta para ver el amanecer turco.

Era bastante diferente de lo que habíamos visto hasta ahora, aquí no habían casitas blancas como en Mykonos, lógico estábamos en otro país, y estábamos ansiosas de bajarnos del barco y empezar a recorrer este país desconocido hasta el momento.

Llegamos al puerto de Kusadasi, que significa "Isla del pájaro". Localizado en un golfo magnífico y conocido por su agua chispeante, amplias playas arenosas y su gran puerto con capacidad para 600 barcos.

El principal atractivo de esta zona de Turquía eran las ruinas de Efeso. Para ello teníamos la posibilidad de contratar la excursión en el barco al módico precio de 46 euros, o bien hacerla por nuestra cuenta. Y optamos por la segunda opción, hicimos amistad con una pareja de recién casados muy majos, y entre los cuatro pillamos un taxi que nos costó 50 euros ( 12.5 eu cada uno ). La ventaja aparte del precio era la comodidad de ir a tu ritmo, sin los mogollones de la gente y a la vuelta pudimos irnos de compras, cosa que los que contrataron la excursión con el barco, no pudieron hacer por falta de tiempo.

Si existe un gigantesco museo al aire libre, ese era Éfeso. Está considerado una de las zonas arqueológicas más grandes del mundo y no es para menos, dada la gran cantidad de obras antiguas exhibidas en su lugar original.

Como dato curioso, fue la primera ciudad del mundo que por la noche iluminaron las calles principales.


La entrada eran 7 libras turcas, unos 5 euros, y sólo se podía pagar en libras, y como no teníamos me compré un libro de las ruinas de Efeso y pagué en euros para que el cambio fuera en libras.


Bien pues con el libro en una mano y la cámara en la otra, nos dispusimos a comenzar el recorrido, con la ventaja de que como habíamos llegado en taxi, lo habíamos hecho antes que los autocares de turistas por lo que cuando empezamos la visita sólo estábamos nosotros.

Situadas muy cerca de la Puerta de Magnesia, todavía hoy se mantenían en pie las paredes y las bóvedas de los baños romanos. Sin embargo, lo que más llamaba la atención eran los restos del extraordinario sistema de cañerías con los conductos de agua hechos de barro cocido.


Un poquito más adelante, nos encontramos con el Palacio de Concejo ( El Pritaneo ).

El Pritaneo era el ayuntamiento de Éfeso, construido en el siglo III a.C. aunque no se terminó hasta época de Augusto y se restauró en el siglo III d.C.
Todavía hoy podían apreciarse las altas columnas, dedicadas a Artemisa, la gran diosa protectora.
Las columnas formaban el hogar sagrado del Pritaneo, donde ardía el fuego sagrado alimentado por los sacerdotes o curetos.


Llegamos a La Vía de los Curetos (o sacerdotes del templo), era considerada la vía sagrada de la ciudad. Encima de cada columna había una escultura representando a un sacerdote. La reconstruyó Lisímaco en el 290 a. C.

Ante nosotras teníamos la Plaza de Domiciano.

Aquí se encontraban algunos monumentos como el Templo de Domiciano y la Fuente de Polio, junto a otros edificios que estaban siendo restaurados.
Tras la Puerta de Heracles, la Vía de los Curetos continuaba.


Seguimos por La Vía de los Curetos que era una de las arterias principales de la ciudad.
Los curetos eran los sacerdotes encargados de llevar leña al fuego sagrado del Pritaneo. Su nombre hace pensar que eran descendientes de los antiguos cretenses.


Estas son las columnas esculpidas que hay en el camino que se toma para ir al Palacio Municipal.


Siguiendo el camino nos encontramos con La Fuente de Trajano, que mide 12 metros de alto.

Aquí fueron descubiertas doce estatuas de Venus, Saturno, Dionisio y los miembros de la familia imperial. La fuente fue dedicada al emperador Trajano en el siglo I d.C.


Llegamos al Templo de Adriano, este pequeño templo construido en estilo corintio, era una maravilla arquitectónica levantada en el siglo II. Su decoración y los relieves exteriores le daban una belleza singular. Las réplicas de estos relieves (los originales están en el Museo de Selçuk), representaban la historia mitológica de la fundación de Éfeso y las hazañas de Androcles, el fundador de la ciudad.


Ahora atravesábamos los Baños de Escolastiquia.

Estos baños fueron construidos durante el siglo I a.C. aunque debieron ser restaurados con posterioridad. En ellos todavía se conservaban las cuatro salas que constituían el baño romano: el Apodiatario o guardarropa, el Frigidario (una piscina de agua fría), el Tepidario (una piscina de agua tibia) y el Caldario (sala donde se sudaba).

Y lo más bonito de Efeso aparecía en el camino, La Biblioteca de Celsus, construída por un ciudadano romano en memoria de su padre. Su fachada todavía está en pie. Fue construida mirando hacia el este para que las salas de lectura aprovecharan mejor la luz matutina.

Se acababa la visita a las ruinas y llegábamos a la Vía del Puerto, que tomó su forma definitiva durante la época del emperador Arcadio. Flanqueada por bellas columnas y pedestales de estatuas perdidas, era donde comenzaban las ruinas del Gimnasio del Teatro.

Por último visitábamos el enorme anfiteatro, ubicado en una posición muy sobresaliente dominando el paisaje sobre la calle del puerto. Era el mayor de su época, tenía capacidad para 24.500 espectadores y se empleaba también para espectáculos circenses.


En menos de una hora ya lo habíamos visto todo, así que de vuelta para el taxi que nos estaba esperando al otro lado de las ruinas, y vuelta a Kusadasi para hacer compritas.

Nos metimos en el bazar de Kusadasi, y habían un montón de tiendas donde comprar mil recuerdos, era el mejor sitio para comprar de todos los que íbamos a visitar así que aprovechamos y empezamos a cargar bolsas, que si especias, que si unas babuchas, que si unos tés de sabores...y todo super barato.

Mujeres vimos pocas, bueno para ser exacta no vimos más que esta tejiendo una alfombra en medio de la calle...

Los modelitos turcos eran de lo más fashion...


Nos dimos un paseo por la ciudad, contemplando entre otras cosas, las mezquitas.

Y seguimos de tiendas y más tiendas.


Si se quiere comprar piel, en Kusadasi se pueden encontrar prendas de todo tipo a muy buen precio.

Esta es la alta costura turca...sin comentarios.

Llegaba la hora de subir de nuevo a nuestro barco, el primero de la izquierda, y a seguir navegando.

Bueno, pues allí dejábamos Kusadasi, y nos despedimos de Turquía hasta la próxima, con la esperanza de volver algún día pero para visitar Estambul, que me había quedado con las ganas.






Una vez en el barco, hicimos un repaso de todo lo que habíamos comprado, entre otras cosas un pañuelico de esos turcos que no veas la peste que echaban!!!! Saqué la foto rápido porque nos ahogábamos con aquello!!!.

Mientras el barco navegaba camino de Patmos, teníamos unas horitas de tiempo libre, así que comimos en cubierta, y nos quedamos en las hamacas tomando el solete y dándonos unos bañitos en el jacuzzi, que regalazo!!! y yo no hacía más que acordarme de la serie Vacaciones en el mar, y es que aquello era como Vacaciones en el mar, creo que las más jóvenes del barco éramos nosotras, todo eran abuelos!!! pero bueno, lo pasábamos bien.

Los camareros y la tripulación eran muy majos, y siempre tenían una sonrisa en la boca, la mayoría eran de la India, Bangadesh, y esas zonas, y eran muy simpáticos.





De vuelta a tierras griegas, la próxima parada era Patmos, esta isla ya no pertenece a las Cícladas como Mykonos, sino al Dodecaneso, tiene una población de aproximadamente 2,500 personas y una superfície de 34.6 km².


Su fama se debe a que, durante la dominación romana fue lugar de destierro y en la ruta del Apóstol San Juan, en el 97 d. de C., donde vivió exiliado durante cierto periodo. Fue en este lugar donde el Apóstol escribió los terribles textos del Apocalipsis.

Los desembarques por la tarde se hacían en lanchas, osea el barco se paraba a unos metros del puerto, y desde allí nos llevaban hasta tierra firme.






Las casitas blancas nos daban de nuevo la bienvenida a esta pequeña isla griega.

Aquí los principales atractivos eran la Cueva del Apocalipsis y el Monasterio de San Juan.

Tal y como habíamos hecho por la mañana, nada más bajar del barco, fuimos a buscar un taxi y a negociar precios para que nos llevara montaña arriba. Nos salió por 25 euros los cuatro, y las visitas a la cueva y al monasterio eran gratuitas.

La primera parada fue en la cueva del Apocalipsis que está a mitad de camino de Chora a Skala.


Según la tradición, aquí escribió el "Apocalipsis" San Juan Teólogo cuando llegó en el año 95 a Patmos, exiliado del emperador romano Domiciano.
Delante de la entrada de la cueva, bajando algunos escalones, está la iglesia de Santa Ana.


Se restauró en el siglo XVII. Está rodeada por un complejo monástico (Monasterio del Apocalipsis) con patios llenos de flores, celdas y ermitas.

La verdad que no caí en que íbamos a visitar monasterios y esa tarde me puse una minifalda y una camiseta de tirantes y cuando íbamos a entrar en la cueva no me dejaban entrar así vestida, así que me tuve que poner un par de pareos que habían fuera para este tipo de casos, y cubrirme entera antes de entrar ( eso me pasa por lerda ).

La cueva no tenía nada de especial pero bueno, algo había que hacer.

Cuando salimos de allí nos encontramos con una misa improvisada al aire libre, con la peña cantando y todo...



Y como un clavo ahí estaba el taxi a la hora que nos había dicho, para seguir subiendo la montaña.




La isla tiene forma de 8 y conforme íbamos subiendo la montaña las vistas cada vez eran más bonitas, y desde ahí arriba se tenía una panorámica de la isla excepcional.








La segunda parada fue el Monasterio de San Juan, es una de las piedras angulares de la iglesia griega ortodoxa y, sin duda, uno de los lugares más sagrados del orbe cristiano.
Por fuera parece un castillo impenetrable ya que sus tesoros eran tantos que siempre se protegieron de la mejor forma posible.


Dentro del monasterio de nuevo me hicieron vestirme, y esta vez en vez de los pareos tan majos que me habían dado en la cueva, me dieron una falda larga hasta los tobillos de una tela dura como una alfombra...


Con la falda de abuela me tuve que ir paseando por el monasterio durante toda la visita, vaya tela...


Tras esto, como nos sobró tiempo lo aprovechamos para dar una vuelta por las calles, y tomarnos algo.


Con la puesta de sol, cogimos de nuevo la lanchita para volver al barco, y a seguir navegando.


Tras una relajante ducha ( relajante aunque de lado a lado de lo que se movía el barco ), fuimos a cenar, teníamos la cena griega a la que teníamos que acudir vestidas de blanco y azul, bueno sólo era una sugerencia, porque nosotras y mucha más gente nos pusimos como nos dió la gana.

Por la noche no era buffe libre, el primer día nos asignaron una mesa y una hora para cenar, y allí te juntaban con más gente, y lo mejor era la carta. Habían dos menús, uno de ellos vegetariano, con 5 platos más el postre, " Guuuuuaaaauuuuuu", con lo que me gusta a mi comer, me iba a regalar!!!! luego en la hoja de al lado tenías más platos por si querías cambiar alguno del menú.

Cenamos la mar de bien, y luego nos fuimos a ver el espectáculo del barco, que como era de esperar era de los más cutre...



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