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domingo, 4 de junio de 2017

Chefchaouen, el pueblo azul de Marruecos

Día 3

El autobús a Chefchaouen salía muy temprano así que madrugamos bastante para recorrer los casi 200km que separaban Fez del pueblo azul de Marruecos.





El trayecto duró más de 4 horas y la verdad se hizo bastante pesado.




Nos dejaron en la estación de autobuses y de ahí empezamos a caminar hacia el centro.


Chefchaouen se encuentra en las montañas del Rif, cerca de Tetuán.

La principal característica de este pueblo es el color azul que inunda todos sus rincones.

Hay varias teorías del origen de esta tradición, una dice que fueron los refugiados judíos los que pintaron el pueblo de azul como símbolo de libertad por ser el color del cielo, y la otra que la idea del azul era para ahuyentar a los mosquitos.


Fuera como fuere en la actualidad se siguen pintando las casas, puertas y paredes de color azul principalmente para seguir atrayendo a los turistas.

Tras el palizón de viaje ya se había hecho casi la hora de comer, así que buscamos por la zona algún restaurante que tuviera buena pinta y que estuviera frecuentado por gente local.

Y dimos con uno en el barrio comercial Souika.

Desde fuera se podían observar los precios y los platos estaban en nuestro idioma, habían desde sopas a tajines o penes de buey para los más atrevidos.


El lugar era muy cómodo y acogedor, con unos curiosos cuadros bastante torcidos y unos sofás de lo más vintage.

Primero nos sirvieron de aperitivo unos encurtidos picantes,

y un revuelto de pimientos y tomate en conserva con especias riquísimo.


Y de plato principal no nos conformamos con uno para cada uno, fuimos un poco gulas y pedimos unos cuantos, entre ellos unas ricas lentejas marroquíes,

un suculento pollo con pasas,


otro con aceitunas,



y como no, un auténtico tajín de verduras marroquí,


Tras tan copiosa comida no nos podíamos ni mover, pero teniendo en cuenta que en unas horas salía el bus de vuelta a Fez había que aprovechar el tiempo.

El error fue no alojarme por lo menos una noche en Chefchaouen, porque la verdad que hacerlo en un mismo día desde Fez es un poco locura...


Aunque el pueblo en sí se recorre en unas horas, uno se queda como embobado mirando sus callejones, sus puertas y sus lugareños, todo combinado en preciosos tonos azulados.





Los mercados siempre aportan esa visión de la vida local como más de cerca y siempre que veo alguno tengo que meterme entre sus callejones a ver de primera mano que se vende y que compran los autóctonos.



La visita aunque corta fue 100% recomendable! Visitar esta ciudad fue encontrar un poco de calma tras el caos laberíntico de la Medina de Fez.








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